dissabte, 4 de març del 2017

LAS CALZADAS ROMANAS

 

La Via Appia


Todos los caminos conducen a Roma


Los griegos llamaban a los romanos "los constructores de cloacas, calzadas y puentes". Era un chiste dedicado a aquellos hombres rudos que habían conquistado el Mundo. Los romanos no eran arquitectos, sino ingenieros. 

Los ingenieros romanos aportaron mejoras significativas en la construcción de carreteras, principalmente por dos razones: una, que se creía que la comunicación era esencial para conservar un imperio en expansión, y la otra, por que se creía que una carretera bien construidas duraría mucho tiempo con un mínimo de mantenimiento.

El crecimiento sostenido del sistema romano de caminos siguió un esquema lógico. Las vías principales se construyeron por y para el ejército, por lo que muchas iban más allá del dominio romano, hasta territorios hostiles cruzando las fronteras. Al mismo tiempo, la construcción de nuevos caminos y el reemplazo de los antiguos senderos mejoró las comunicaciones dentro del Imperio tanto para el ejército como para el gobierno, el comercio y la población en general

La calzada romana era la red viaria o de caminos utilizados por el Imperio Romano para la vertebración de su territorio.

El Imperio Romano se  preocupó  de construir una extensa red de carreteras, la mayoría de las cuales siguieron en uso durante el siguiente milenio, o más.; esta red de transportes abarcaba un enorme recorrido desde el Océano Atlántico al Mar Rojo, pasando por las Islas Británicas o el Mar Negro.

Moverse por ellas no era sencillo, ni barato. Se construyeron originalmente para el transporte de soldados y contribuyeron al auge del comercio y al esplendor del Imperio. Esta gran red viaria fue utilizada por el ejército ya que les permitía una ágil y rápida movilidad, también era la red comercial por donde discurrían las mercancías por todo el Imperio. Gracias a las calzadas, las tropas podían trasladarse de un extremo al otro del imperio con una velocidad insólita para la época.la red de caminos del Imperio llegó a tener nada menos que cuatrocientos mil kilómetros de longitud en el siglo III de nuestra era.
Las calzadas eran sólidas construcciones que unían las principales ciudades y puestos mas avanzados del Imperio.

Las calzadas romanas más importantes, las pavimentadas,  eran construidas y mantenidas por el Estado, con la colaboración de las ciudades y propietarios de los terrenos que atravesaban. Son las llamadas Viae Publicae, las vías públicas. Podían tener anchuras de hasta 12 metros.  La gestión de las calzadas estaba dirigida por el curator viarum, un funcionario del Estado encargado que la ejecución de la obra se llevara a cabo según el proyecto y también de la conservación y reparación de la misma. Estas vías recibían también el nombre de Vías Pretorianas, Consulares o Militares. Una de las Vías Públicas más conocidas es la Vía Apia que unía Roma con Brindisi.

Las Viae Vicinale, o vías vecinales, que no se pavimentaban y se limitaban a un prensado de la tierra.

Las Viae Privatae, o vías privadas, que eran vías de carácter exclusivamente privado que unían las principales propiedades o villae, con las vías públicas o vecinales. Estas calzadas estaban financiadas en su totalidad por el propietario quien era el único que tenía derecho a su uso y disfrute.

Las calzadas tienen un sistema de construcción que fue descrito por Vitrubio en su obra De arquitectura: se abría una fosa que se rellenaba de piedras y cascotes; luego se aplanaban. El espesor de esta fosa dependía de la calidad del suelo base. Luego ese lecho se cubría con una capa amorterada de cal y guijarros; y sobre ella se ponía una capa de argamasa más fina que podía ser de grava o de cal, y por último se colocaban bloques de piedra tallada. El borde se indicaba con una cinta de piedras...

La estructura de una via romana

Técnicas de construcción:

Lo primero que se tenía que determinar era el trazado de la ruta, estando asignada este trabajo los mensores romanos,  personas que tenía la función que actualmente desempeña los topógrafos. Estos mensores se valían de diversos instrumentos, entre ellos la groma, que les permitían el replanteo de las calzadas y su alineamientp ya que se procuraba que el trazado fuera lo más recto posible.

Una vez tomadas todas las medidas, los mensores señalaban la ruta por medio de hitos y se comenzaba la construcción de la mismas preparando el trazado con la tala de aquellos árboles que entorpecieran el camino.

El proceso de construcción de una vía romana era el siguiente:

- Deforestación del área donde estaba proyectada la calzada.

- Explanación: allanamiento del firme o del terreno. 
  
- Delimitación del firme: Se delimitaba la anchura de la calzada mediante la construcción de los bordillos y que recorrían toda la longitud de la calzada.

- Cimentación: En el espacio comprendido entre los bordillos, lo que será la calzada propiamente dicha, se extendía piedra en bruto, denominada Herisson, creándose una capa sólida y resistente para poder soportar el peso que por ella iba a discurrir (tropas militares, carros de mercancías…). Esta capa de piedras en bruto evitaba que la calzada sufriera daños o grietas que tuvieran que estar reparándose con frecuencia.

- Capas intermedias: Sobre la capa de cimentación se extendían un relleno de arena o grava, en una o varias capas que iban disminuyendo su grosor según se ascendía hasta la más superficial. Después de cada relleno se procedía al apisonado de cada una de las capas de relleno de arena o grava.

- Capa de rodadura: Era el revestimiento final de la superficie de la calzada preferiblemente utilizando cantos rodados apisonados mezclados con arenas, para forma la capa de rodadura. Se utilizaban también materiales de grano fino como zahorras (áridos no triturados) o jabre (arena natural de granito). Este tipo de rodadura permitía una suave circulación lo que suponía un ahorro al evitar perjuicios o daños en las ruedas de carros de mercancías o en los herrajes de los caballos y carros de combate utilizados por el ejército. En las ciudades o vías importantes, las calzadas se adoquinaban o se disponían piedras talladas de forma irregular.

Al igual que en la actualidad, las calzadas estaban marcadas por hitos, denominados Piedras Miliares que delimitaban las distancias entre hitos. Se ubicaban en los bordes de las calzadas de las vías públicas y vecinales con el fin de que los viajeros y transeúntes pudieran ubicarse en el punto donde se encontraban y supieran “el kilómetro” donde se hallaban para determinar la distancia y el tiempo que les quedaba por recorrer. Se denominaban Piedras Miliares porque solían colocarse cada milla, aunque esto no era exactamente así, ya que en realidad lo que marcaban era la distancia hasta el siguiente hito y no siempre coincidían cada milla.

Las calzadas romana serán un lugar peligroso. Cualquier viajero que no fuera bien pertrechado o formando parte de una caravana grande era la víctima perfecta de las bandas de salteadores y maleantes. De noche, no se viajaba casi bajo ningún concepto, por lo que a lo largo del camino había pequeños albergues, a veces con establos, para poder descansar del largo camino.  En torno a las calzadas se levantó una serie de alojamientos para dar cobijo y comida al viajero, estos alojamientos estaban divididos en diferentes categorías según la importancia del mismo.

Mutatio, eran paradas que servían para descansar y prestar servicio a los animales empleados como transporte. En ellas se cambiaban los caballos para tomar otros de refresco mientras se aprovechaba también para reparar los vehículos o carros dañados durante el viaje. También el viajero podía encontrar medicinas y veterinarios para sus animales.

Una Mutatio
Caupona, eran como postas donde el viajero podía descansar, dormir, comer y esparcirse para relajarse después del agotamiento del viaje. Estos alojamientos estaban destinados a personas de pocos recursos económicos, aunque había cauponas de lujo (como las de la antigua Grecia), pero eran las menos.  La caupona estaba regentada por el Caupo.

Mansio, las mansio, nombre que deriva del latín manere, significa “lugar donde pasar la noche durante un viaje",  eran paradas obligatorias para personas de grandes recursos económicos que hacían sus viajes a las principales ciudades del Imperio, por tanto, estaban ubicadas en las vías públicas. Eran mantenidas por el Estado romano. Con el tiempo, estas mansio también alojaron a todo tipo de viajeros.

Las mansió disponían de espacios para recepción, baños termales, habitaciones, comedor, la cocina con su horno y su fragua, así como el granero y los establos.

Tabernas, ubicadas en las calzadas eran alojamientos de algo más calidad que las Cauponas, y servían como alojamiento a los viajeros que tenían mayores recursos económicos.

Además de peligroso, viajar en la antigua Roma era también caro. Sólo viajaba quien tenia buenos motivos para hacerlo, ya fueran económicos o, más a menudo, militares. Un viaje largo por tierra en carruaje podía llegar a costar del orden de un denario por kilómetro, equivalente a un sueldo de un día de trabajo.

En torno a las calzadas romanas estaba   el servicio postal del Imperio romano, denominado Cursus Publicus y por  todo el  trayecto de la calzada habían   capillas, templos denominados fanum.

Otro de los grandes avances surgidos en torno a las calzadas romanas fue la publicación de itinerarios que servían para tener un control de las rutas del Imperio.

El viajero romano concebía las distancias en concepto de tiempo, de costes de desplazamiento y de accesibilidad a diversos servicios de su territorio (mercado, administración, culto, seguridad). La  accesibilidad y movilidad se  entiende  como la capacidad de recibir y difundir personas o mercancías, también pueden llegar a ser indicadores sintomáticos de la importancia de un determinado núcleo de población o territorio.

La   importancia de cada ciudad dependía  del nivel de accesibilidad, o sea el grado de centralidad dentro de la red respecto al resto de ciudades.

Los condicionantes que confluían en la construcción de una determinada infraestructura de transportes era:

- Localización de las poblaciones.
- El tamaño de las poblaciones.
- La geografía y topografía de la región a atravesar.
- Productos transportados.
- Consideración política y cultural.

Agrimensor
La red de transportes romanas, en realidad, se adapta a una serie de rutas ya existentes antes de la conquista en que se aprovechan los puertos naturales y los principales valles.

La excepcional red de caminos permitía alcanzar velocidades de 30 kilómetros al día para marchas a pie, velocidad que se duplicaba cuando los que transitaban por el camino eran soldados trasladándose de algún punto del imperio a otro o si se utilizaba algún vehículo tirado por caballos, como un carruaje o un vagón. Se necesitaba al menos unos 15 días con un transporte normal para viajeros (carruaje o a caballo) a una media de 3 Km/hora.

El correo del imperio, sobrepasaba esas velocidades. Circulando durante las veinticuatro horas del día y cambiando de caballos en cada puesto avanzado, podían llegar a una media verdaderamente enorme para la época: 250 kilómetros al día.

El hodómetro
El cálculo de las distancias se realizaba también mediante el Hodómetro, el primer cuentakilómetros de la historia y que funcionaba gracias a conocer exactamente las medidas de la circunferencia de la rueda, se podía medir cada cuanto tiempo se había recorrido una milla (aproximadamente 1.500 metros). En este caso, cada 400 vueltas de la rueda una piedra caía en el cuenco, indicando otra milla más recorrida. Era muy útil para los constructores y oficiales encargados del mantenimiento de la calzada y de ponerle precio al transporte.

Viajar en la antigüedad era algo difícil, lento, caro y peligroso. Para la inmensa mayoría de la población la vida transcurría prácticamente en su totalidad en el espacio que podían cubrir a pie entre la salida y la puesta del sol, lo que venían a ser como mucho unos treinta o cuarenta kilómetros a la redonda del lugar donde uno vivía. Sólo los soldados, comerciantes y otras gentes de mal vivir tenían la oportunidad de ver mundo, pero al precio de pasarse meses, cuando no años, lejos de casa, si es que tenían algo a lo que poder llamar así.